¿Todo lo que vivimos arriba de la moto, no? Esas fueron las palabras que dijimos en Brasil, en nuestro último viaje en moto, en un momento donde nos encontrábamos adentro de una selva, con un paisaje tan hermoso, y nos acordábamos desde nuestros comienzos cuando sólo teníamos 18 años y compramos nuestra primera compañera.

Fue una Rouser NS 200, nuevita, blanca, hermosa, podíamos ir a todos lados y un día dijimos: "Che, y si empezamos a viajar en moto?"

Llenos de dudas sobre cómo hacer, por dónde empezar, que llevar, cosas de la moto a tener en cuenta… nos largamos a viajar por primera vez a 100 km de casa. Un viaje rápido, de un solo día para ver qué onda, como nos iba.

Un viaje de bautismo… ¿Cómo fue? Bastante malo para ser honestos.

Nos despertamos a la mañana y nos dimos cuenta de que llovía, cayó una helada tremenda, pleno Junio; pero teníamos que ir si o si, no podíamos faltar, así que decidimos salir igual. Tampoco teníamos la ropa adecuada para viajar y mucho menos para ese clima.

Nos dio igual, estábamos entusiasmados. Entonces, con remera mangas largas, jeans con calza abajo, zapatillas, doble par de medias y campera inflable, salimos de viaje nomas.

La ruta bien, poco tránsito. Las gotas nos castigaron un poco, nada muy grave, pero al llegar al lugar coronamos el viaje con una buena caída en el barro saliendo de una estación de servicios.

Lo increíble de esto es que después de esos 100 km (que parecieron como 700), muertos de frío y ya apareciendo el mal humor, nos empezamos a reír muchísimo al vernos mojados, llenos de barro y… ¡ver la moto! la cual habíamos lavado por horas un día antes hasta que quedara hecha un solo brillo como nos gustaba.

Más allá de lo que nos sucedió, nos dimos cuenta de que la pasamos bien y que lo queríamos volver a hacer. Obviamente nos faltaba aprender mucho, conocer la moto, las calles, las rutas, la ropa; cosas que por muy chicas o pavas que parezcan, son importantes y hacen la diferencia (como un buen conjunto térmico abajo del equipo de viaje durante temporales así).

Flor & Marce motoviajeros

Villa María, Córdoba, Argentina

Zontes T310

@florymarcemotoviajeros

Eufóricos por querer seguir viajando y conocer de este estilo de vida compramos baúl, parabrisas, cascos nuevos y de buena calidad. La vestimenta también tuvo algunos cambios: pasamos a camperas de cuero, zapatos de salir (que ya no salían más porque las botas nos resultaban muy caras) y el jean que seguía firme todavía. Continuamos viajando cerca de casa hasta que nos animamos a cumplir un pequeño sueño que teníamos: viajar en moto a las Sierras de Córdoba.

El preparar este viaje nos llenaba de emoción, queríamos salir ya a la ruta y ver los paisajes que, aunque ya los conocíamos por viajes anteriores en auto o colectivo, iban a ser apreciados con otros ojos, era otra perspectiva.

Fue instantáneo, apenas llegamos las lágrimas de felicidad se hacían ver. Teníamos las montañas a metros. Nos tocó un día hermoso, la ruta tranquila, la moto se comportó de diez. El contacto con la naturaleza, sentir esa hermandad de los moteros que cruzábamos, los saludos y charlas breves en estaciones de servicios mientras ajustábamos el GPS, los sanguchitos y mates al costado de la ruta o en la plaza de algún pueblito… todo eso hizo que no quisiéramos frenar nunca.

Cargados de sueños y metas nos pusimos a trabajar más para poder seguir viajando con nuestra moto "la niña", la cual nos llevó a recorrer todo Córdoba y San Luis.

Varios viajes después, repletos de experiencias y mucho trabajo apostamos a más y llegó "la moto galáctica" una Zontes T310 con la cual recorrimos el resto del país (o casi, bueno, nos falta un poquito…) También nos llevó al exterior. Tremenda moto, mucha tecnología, cosas nuevas, es hermosa porque nos permitía seguir cumpliendo nuestros sueños y encima iba un poco más rápido. También llegaron los trajes y las botas de viaje, lo cual nos brindaba mucha ilusión poder tenerlas.

Mas allá de los kilómetros recorridos, la moto con la que se viaja o la ropa, lo importante son las experiencias, las personas con las que uno se encuentra, las amistades que se forman y los aprendizajes que nos llevamos a casa que seguro que para otro viaje nos sirven.

Como hay cosas lindas, también estuvieron las no tan lindas, como cuando te equivocas en alguna rotonda de las autopistas y tenés que hacer casi 40 km para llegar a un retorno; que el GPS pierda la señal mientras se va manejando; caídas que por suerte no han sido tantas; cortes de cadena; quedarse sin nafta; pinchar una rueda; que te agarre la noche y ningún hospedaje tenga disponibilidad; que te llueva todo el camino, etcétera.

Ahora, con 25 años, 80.000 kilómetros recorridos y mil historias más por contar, podemos decir ¡Todo lo que vivimos viajando en moto!

Estamos más que seguros que ser un motoviajero ya es parte de nuestra vida, es nuestra forma de ser. Aunque nos tilden de locos, locos que corren peligro, los que viajamos incomodos y no disfrutamos, locos que se mojan y pasan frío, los que transpiran con esos trajes enormes, los locos por andar con gente que no conocen o los locos por andar solos, pero así nos gusta vivir y disfrutar de la vida.

Somos felices y hacemos lo que nos gusta, le agradecemos a la vida por permitirnos seguir cumpliendo sueños y seguir conociendo gente loca que comparte lo mismo que nosotros.

ORGULLOSOS DE SER MOTOVIAJEROS.