Estrecho de Magallanes

Ver caer el sol desde una barzaca

Escrito por Leo Cobo

Esta anécdota que voy a contar es una de muchas que tuve en el viaje a Ushuaia, pero creo que es la más intensa, o la que viví con más intensidad. Me movilizó muchísimo y fue increíble.

Un tiempo antes de salir de Córdoba me robaron el DNI. Me sacaron unas pertenencias de la mochila y entre ellas estaba el DNI. Como ni tuve tiempo de tramitar el nuevo documento físico, empecé mi viaje con la aplicación del celular que funciona como tal.

El viaje por la Ruta Nacional N° 3 fue tranquilo, no hubo problemas por el documento, hasta que estando en Puerto Madryn un amigo me recordó que, para cruzar a la isla de Tierra del Fuego, la Aduana chilena requiere del DNI físico, no alcanza la aplicación (la cual sólo es válida para el territorio nacional).

Por este motivo inicié la tramitación en la oficina de Puerto Madryn. Lamentablemente, cuando transcribieron los datos registraron erróneamente mi apellido: en lugar de poner “Cobo”, pusieron “Cobos”. Para complicar más la situación, había pagado el envío exprés a Córdoba, de donde mi mamá me lo iba a enviar a Río Gallegos.

No sólo se atrasó el trámite por el error de la letra “s” de más en el apellido, sino que también se atrasó el Correo Argentino por problemas particulares de la empresa. O sea que se atrasó absolutamente todo lo que podía atrasarse. Eso me hizo llegar muy al límite.

El día 25 de noviembre tenía la invitación a participar del evento del fin del mundo en la ciudad de Ushuaia, y temía no poder asistir. Ese mismo día, el 25, a las 2 de la tarde, me llegó el DNI a la ciudad de Río Gallegos.

En ese entonces viajaba con amigos. Les tuve que decir que se fueran sin esperarme. Sumado a ello, el viento estaba muy fuerte, había una especie de temporal. A tal punto que había incluso motos muy grandes varadas en San Sebastián.

No tenía muchas alternativas. Recibí el DNI a las 2 de la tarde, junté mis cosas y salí. Debía viajar hasta Monte Aymond, sitio de la primera de las cuatro aduanas: dos chilenas y dos argentinas.

El camino hacia Monte Aymond fue durísimo. Se me hacía prácticamente imposible por el viento. Era algo inhumano. En esa parte el viento pega siempre de lado, y eso lo hace muy difícil de controlar. Aquí el viento circula desde la cordillera hacia el mar. Por este motivo, el viento siempre intenta correrte de carril o sacarte hacia la banquina.

Leo Cobo

Alta Gracia, Córdoba, Argentina

Honda XR 250 Tornado "Fénix"

@leocobomotoviajero

No me quedó alternativa que parar al lado de la ruta y quedarme literalmente sosteniendo la moto. Estaba imposible el viento. Hacer 60 kilómetros de asfalto desde Río Gallegos hasta Monte Aymond, me llevó 3 horas.

Entré a Chile. Hice los kilómetros que me separaban del Estrecho de Magallanes para llegar y subir a la barcaza que cruza a la isla. En ese momento había estado inactiva debido al fuerte viento. Esperé hasta que salió, pero ya casi era de noche.

Pasaban las horas pero aún era de día. En Tierra del Fuego anochece muy tarde en esa época del año. Eran las 21 hs y recién empezaba a atardecer.

Al llegar al otro lado, ya no quedaba nada abierto. Sólo había algunos camioneros. No encontraba adónde armar la carpa a fin de descansar para salir al otro día hacia Ushuaia. Por suerte fui hasta un municipio muy chiquito, el de Bahía Azul, donde el encargado de la limpieza me permitió dormir adentro del municipio, al lado de un generador que esa noche no iban a encender.

Armé la carpa y dormí en ese lugar. Al otro día, a las 4:30, 5 de la mañana, que es cuando amanece, ya está fuerte el sol a esa hora, salí a la ruta, pero nunca me voy a olvidar de cómo crucé el estrecho y todo lo que sucedió allí.

El viento en la Patagonia no es chiste. Es durísimo, por momentos da miedo. El cruce por las Aduanas hay que chequearlo bien, ya que tienen horarios. Además, la barcaza también tiene horarios, y según el clima, a veces no cruza.

Una persona me vio emocionado. Era personal de la barcaza que me comentó que no estaban dejando subir a la plataforma debido al temporal, pero al verme así me dijo “te abro una puertita, subí la escalera y mirá lo que es el atardecer en el mar”.

Ver enconderse el sol en el Estrecho de Magallanes fue una de las cosas más hermosas e intensas que viví en todo mi viaje.

La experiencia fue maravillosa. Subí entre lágrimas a la barcaza. Era la única moto. Creo que ningún loco se iba a animar a viajar a esa hora en moto, porque para atravesar la isla hay que hacer 550 kilómetros de prácticamente nada. Por eso crucé solo. Estaba lleno de camiones y mi moto era la única.

Mas allá de todo, fue una aventura increíble que no me la voy a olvidar nunca en mi vida.

ESTRECHO DE MAGALLANES

Ver el atardecer en el mar

Escrito por Leo Cobo (@leocobomotoviajero)