LA VIDA EN DOS RUEDAS

Mi aventura en bici

Escrito por Marcelo Greco

A quienes nos gusta viajar y tenemos la dicha de poder hacerlo, estoy seguro que entre todas las salidas hay un par que quedan guardadas en un lugarcito especial de nuestros recuerdos.

En mi caso, allá por el año 2002, junto a Fabio, Pablo y Cristian decidimos hacer una salida un poco más larga de lo habitual en nuestras bicis y planeamos ir a cruzar los puentes del complejo Zarate-Brazo Largo y llegar hasta la provincia de Entre Ríos.

En esa época la ruta 6 era de una sola mano y además técnicamente intransitable, a lo que sumado el incesante tráfico de camiones la hacía sumamente peligrosa para pedalear, por lo que modificamos el recorrido, que, de los 95 km originales que demandarían llegar a Zarate se extendió a 225 km.

Salimos a las 7:00 de la mañana de Merlo junto a Pablo y Cristian, pasamos a buscar a Fabio por Mariano Acosta y desde ahí se completó el equipo que realizaría lo que para nosotros era toda una aventura.

Primer tramo (180 km)

Partimos desde Mariano Acosta por la ruta 200 (actual ruta provincial 40) hasta la ciudad de Navarro, en donde era inevitable hacer un pequeño parate en su laguna, ideal para los primeros y reconfortantes mates de un largo día en un lugar que, por otro lado es totalmente recomendable para quienes quieran pasar un día o un fin de semana en contacto con la naturaleza, en un entorno de suma tranquilidad y al lado de un manso espejo de agua.

Luego de los mates y de haber descansado un poco, continuamos viaje tomando ahora la ruta 41. En este tramo pasamos por el lugar en donde se recuerda el fusilamiento de Dorrego, otro sitio para visitar si van a pasear a Navarro ya que es un parque con un museo incluido.

Continuamos viaje, unos 40 km más adelante llegamos a la ciudad de Mercedes, en la que por cuestiones de tiempo no entramos.

Siempre por la ruta 41 llegamos al destino más esperado, San Andrés de Giles, que nos sorprendió ya unos kilómetros antes de llegar por la gran cantidad de campos con plantas de durazneros. El lugar más esperado decía porque allí íbamos a almorzar y parar un rato más largo para descansar, cosa que hicimos al costado de la ruta 7.

Marcelo Greco

Marcos Paz, Buenos Aires, Argentina

youtube.com/marcelogreco6162

La partida de San Andrés de Giles tenía un aliciente y era que el tramo hasta llegar a San Antonio de Areco, unos 25 km, serían los últimos del día y continuaríamos al día siguiente, pero a los 500 metros nos dimos cuenta que serían 25 complicados kilómetros ya que la ruta 41 literalmente no existía debido a que la estaban reconstruyendo y para ello la habían levantado por completo, pero sin prohibir el tránsito, con lo que el estado de la ruta y los camiones que circulaban en gran cantidad nos demoraron bastante.

Al fin llegamos al cruce con la ruta 8, puerta de entrada a San Antonio de Areco. Fuimos a la YPF que estaba sobre esta ruta (creo que hoy no es más YPF), que cuenta con un gran parque en donde armamos las carpas, duchas y lo más importante para ese momento, cabinas telefónicas, desde donde llamamos a nuestras familias. Estábamos en el paraíso, cruzando la ruta había un supermercado en donde compramos algo para comer, por lo que no nos faltaba nada.

Nos bañamos, comimos, jugamos a las cartas y luego, a dormir!!!

Segundo tramo (80 km)

A la mañana siguiente nos despertamos en medio del ruido de los camiones que se ponían en marcha en el mismo lugar en el que armamos las carpas.

Desayunamos tranquilos ya que ese día iba a ser mucho más descansado que el anterior e incluso aprovechamos para recorrer el río en la zona del balneario y un poco de la ciudad, definitivamente San Antonio de Areco es otro lugar ideal para hacer un plan de salida de un día o fin de semana.

Decididos a arrancar, tomamos nuevamente la ruta 8 hasta el cruce con la ruta 193 en donde la primera se eleva en un puente sobre unas vías. Nosotros vimos un camino que salía hacia la izquierda y lo tomamos sin saber en dónde nos dejaría, pero que estaba claro que a lo sumo deberíamos volver. El caso es que nos dejó en la estación del ferrocarril del pueblo de Solís, que estaba abandonada pero vivía gente.

Quizás aquí es donde nos llevamos la primera de las sorpresas, ya que la gente que vivía en la estación, al vernos, salió y nos pusimos a hablar. Estaban sorprendidos, nos pidieron que nos sacáramos una foto.

El camino por la ruta 193 fue muy lindo, el día nos ayudó al igual que un camión que por un largo trecho nos sirvió de freno al viento que soplaba como queriendo que nos quedáramos en ese hermoso paisaje que nos ofrecía la ruta de ambos lados. Recuerdo como si fuera hoy cuando desde el puente de la ruta sobre unas vías se veía la estación Chenaut a lo lejos, en medio de la inmensidad de la pampa húmeda.

En los viajes muchas veces sucede que la planificación previa también incluye, en el imaginario obviamente, cuáles son los lugares que van a ser los más lindos o por lo menos aquellos que más expectativas genera. Por lejos en nuestro caso lo era el cruce de los dos grandes puentes del complejo de Zarate-Brazo Largo y en ningún caso pensamos que estos 32 km de la ruta 193 en el tramo de los cruces de ésta con las rutas nacionales 8 y 9 nos depararía tantos bonitos escenarios campestres.

Recuerdo que festejamos la llegada a Zarate con mucha alegría, en definitiva modificamos el trayecto para alcanzar este punto, cosa que nos demandó nada más y nada menos que hacer 130 km de más, pero ese cambio nos brindaba más tranquilidad y alcanzarlo tal como lo habíamos previsto fue un, quizás, primer gran logro.

Por otro lado Zarate para nosotros era sinónimo de puente y ese preciado tesoro ya estaba al alcance de nuestras manos, solo teníamos que estirarnos un poquito y era nuestro.

Unos pocos metros antes del primer puente en dirección al camino que hacíamos nosotros hay una estación de servicios YPF, de la mano derecha, muy grande, que utilizamos de parada para almorzar. En el mismo predio hay una oficina de turismo del municipio, o por lo menos estaba en ese momento, y nos acercamos para pedir información, allí descubrimos todo lo que Zarate ofrece para pasar un fin de semana espectacular, con variedad de ofertas para disfrutar: río, ciudad, campo, islas, pesca, navegación, hotelería y camping para todos los gustos y posibilidades, etc,

Y llegamos a la gran aventura… con nuestras súper bicicletas y totalmente equipados para semejante aventura…cruzar el primero de los puentes sobre el imponente río Paraná de las palmas.

Debo admitir tres cosas, por un lado la sorpresa que provoca lo imponente de la estructura del puente, con las vías del ferrocarril Urquiza a un costado que ya antes del camino vehicular y peatonal se van elevando para facilitarles a los largos trenes cargueros subir esa mole de cemento y hierro que une el sur de la Mesopotamia argentina con la provincia de Buenos Aires y de allí todas sus desviaciones; segundo reconocer que causa un poco de asombro, por no decir miedo, el constante movimiento del puente que, claro, al ser un puente colgante es lógico, y saludable, que se mueva; y tercero, y último, reconocer que nos causó mucha gracias ver cómo a pesar de nuestras súper bicicletas y súper equipamientos nos pasaban los lugareños que día a día hacen ese cruce en simples bicicletas playeras sin ningún tipo de preparación especial.

¿Alguna vez se les ocurrió pensar lo que siente una hormiga cuando nos acercamos a ella? Bueno, si lo imaginan supongo que lo mismo nos sucedió a nosotros cuando nos detuvimos en el puente a la altura de la mitad del río y desde allí observamos su cauce hacía sus dos serpenteantes costados, la silueta edilicia de la ciudad de Zarate y las islas del pre delta que se funden con el infinito en una inmensa sabana verde del bosque litoraleño. Éramos las hormigas en ese escenario.

El cruce del primer puente nos dio además la posibilidad de poder observar el paso de un barco que se dirigía en sentido a Santa Fé por debajo nuestro.

El camino entre el puente sobre el río Paraná de las Palmas (Puente Bartolomé Mitre) y el río Paraná Guazú (Puente Justo José de Urquiza) es la ruta nacional 12 y también nos deparó un par de sorpresas.

Como dije antes, al costado de la ruta corren las vías del ferrocarril Urquiza. Lo cierto es que en este tramo del recorrido pudimos observar que estaban detenidos algunos vagones de cargas y que además se notaba que estaban vacíos y sin ningún tipo de custodia, lo que hacía muy tentador acercarse a inmortalizar ese instante de nuestro paso por el lugar y aprovechar que el inagotable rollo de 24 fotos que teníamos todavía podía extender su vida útil, al fin y al cabo quién sacaría más de esa gran cantidad de fotos en una salida de tan solo tres días…

Hacía calor, piensen que estábamos en enero, bastante calor, es cierto que un tanto menguado por el lugar en el que estábamos, debajo de una gran arboleda y al costado del río, pero de todos modos hacía calor…y así y todo estábamos con ropa de manga larga y fuego prendido a los efectos de provocar humo para poder aunque sea mínimamente espantar la catarata de mosquitos que nos nublaba la vista.

De todos modos, volvería y sin pensarlo.

A la mañana siguiente fue increíble despertar y ver que el jardín de nuestra casa era ese maravilloso lugar en el que estábamos. Claro, llegamos ayer, pero ya con escasa visibilidad y jamás nos dimos cuenta de la imponencia del lugar. El mate definidamente iba a ser distinto y nuevamente pudimos observar el paso de otro inmenso barco.

La salida del camping marcaría el camino de vuelta al lejano oeste.

Cruzamos el puente, pisamos suelo entrerriano y lo primero que hicimos fue dirigirnos a la costa del río en busca de un lugar en donde poder pasar la noche, bañarnos y comer, cosa que conseguimos prácticamente debajo del puente, en la dirección en la que circulábamos nosotros, a la derecha.

El lugar no ofrecía mucho, pero tenía buenas condiciones para acampar, una ducha que para el momento en el que estábamos nosotros era una especie de jacuzzi de un hotel 5 estrellas y parrilla para poder tirar algo en ella, alimentada con fuego a leña, desde ya, que salimos a buscar tres de los integrantes del grupo mientras Pablo se encargaba de los preparativos del menú gourmet de alta cocina que solo él sabía cocinar a partir de sus conocimientos culinarios. Esa noche cenaríamos en la costa del Paraná Guazú, a la luz de la luna, tapados por una nube de mosquitos, unos exquisitos emparedados tostados de embutidos de cerdo a la parrilla con variedades de salsas de tomates, cebolla y morrones o ajo, perejil, orégano, ají molido, vinagre y aceite que del otro lado del río se conoce como choripán con salsa criolla o chimichurri.

También pudimos ver un perdido cartel al costado de la ruta, antes de llegar al segundo puente, que escrito a mano decía “túnel” y que nos llevaba efectivamente a un paso por debajo de la ruta que comunica a ésta con un pequeño caserío ubicado entre ella y el canal Irigoyen. ¿Sorprendente? si, totalmente sorprendente, mil veces pasamos en auto por allí y jamás prestamos atención a esa indicación. Los beneficios de la bicicleta dicen.

Demás está decir que fuimos a conocer el túnel, que recorrimos el caserío y la costa del canal Irigoyen, que volvimos y retomamos la ruta 12 en busca del puente Justo José de Urquiza, que lo cruzamos pasando a través de él al río Paraná Guazú y con ello pasamos a la provincia de Entre Ríos.

Tercer tramo (85 km)

Desde el camping retomamos el cruce, ahora del complejo Brazo Largo-Zarate, por la ruta 12 hasta la ciudad de Zarate, directamente a su estación del ferrocarril Mitre desde donde teníamos pensado volver, Pero cuando llegamos nos enteramos que para la salida del próximo tren faltaba mucho tiempo, por lo que decidimos ir hasta Campana y tomarlo en la estación de esa ciudad vecina.

La ciudad de Campana nos sorprendió por sus anchas avenidas, bulevares y plazas, sus construcciones de época y su mezcla de ciudad-pueblo.

Hicimos tiempo en esta hermosa ciudad que junto a Zarate constituyen prácticamente un único conglomerado urbano, aprovechamos para tomar un café en uno de sus muy pintorescos bares y luego nos dirigimos hacia la monumental estación del ferrocarril Mitre que aprovechamos para recorrer antes de que llegara el tren que nos llevaría hasta Villa Ballester.

El viaje del tren nos llevó por lugares muy lindos, los bordes de la reserva natural de Otamendi, cruzamos el río Luján muy cerca de Dique Luján y pasamos por Escobar.

En Villa Ballester hicimos la combinación con el servicio urbano del ferrocarril Mitre hasta la estación Migueletes y desde allí por las colectoras de la avenida General Paz y el acceso Oeste hicimos los últimos 40 kilómetros de este inolvidable viaje que, como hice mención en el inicio del relato, a quienes nos gusta pasear y tenemos la dicha de poder hacerlo, estoy seguro que entre todas las salidas hay un par que quedan guardadas en un lugarcito especial de nuestros recuerdos.

Sin lugar a dudas esta travesía, a más de 20 años de haberla realizado, es una de ellas.

Navarro, Mercedes, San Andrés de Giles, San Antonio de Areco, Solís, el trayecto de la ruta 193, Zarate, el cruce de los puentes y el camino entre ambos, la costa Entrerriana, Campana y la vuelta en el tren …350 km en 3 días. Nosotros lo hicimos en bicicleta pero son lugares que se pueden visitar en distintos medios de transporte y que, desde ya, invito a recorrerlos.

Gracias Ralenti, Club de Motociclistas, por haberme hecho volver a hacer este viaje.

FB: "trenes, historias y pueblos"

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